Cierto día, llegó hasta allí un guerrero que jamás había perdido un combate y que era famoso por utilizar la provocación y el insulto como táctica. Quería enfrentarse con el anciano y acabar con su fama de invencible.
El temible guerrero y el viejo maestro se dieron cita en la plaza del pueblo y el primero empezó a insultar al veterano samurái, a lanzarle piedras, a maldecir a sus antepasados e incluso a escupirle pero, tras varias horas, quedó agotado ante la indiferencia del sabio que seguía sentado tan tranquilo.
Aunque había ganado el maestro sin necesidad de hacer nada y el guerrero había quedado derrotado delante de todos, los alumnos no entendieron que había ocurrido y le pidieron una explicación. Él les dijo:
– "Igual que cuando no aceptas un regalo, le sigue perteneciendo a quien te lo ofrece, cuando ignoras los insultos y la rabia, éstos se quedan con quien te los lanza. Y es que las palabras o los actos de los demás sólo nos van a afectar en la medida que nosotros lo permitamos. No existen ofensas, existen ofendidos".
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Cuento tradicional japonés
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