sábado, 21 de diciembre de 2019

Diógenes y la piedra

Cuentan que un día Diógenes estaba parado en la esquina de una calle riéndose sin parar. Un discípulo que atravesaba la calle se le acercó y le preguntó:

"¿Qué haces, maestro, por qué te ríes tanto?".

"Estoy aprendiendo", –le respondió Diógenes intentando contener la risa.

El discípulo intrigado se sentó junto a su maestro. Y ambos se quedaron en silencio observando la calle.

Al poco rato, un nuevo transeúnte cruzó la calle con paso firme, se tropezó con una piedra que había en medio y se fue muy enfadado. Al ver lo que ocurría, Diógenes empezó a reírse de nuevo.

"¿De qué se ríe maestro?", –preguntó el discípulo–, "¿del hombre que acaba de tropezar? ¿no veo ningún aprendizaje en ello?".

Diógenes, sin perder la sonrisa, le contestó:

"Me río de como somos las personas, querido discípulo. ¿Ves esa piedra que hay en medio de la calle? Desde que he llegado aquí esta mañana, al menos treinta personas han tropezado en ella y todas se han enfadado y la han maldecido, pero ninguna se ha tomado la molestia de retirarla para que no tropiecen otras personas".

Acto seguido el maestro se levantó del suelo, apartó la piedra del camino y se marchó riéndose.

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Una anécdota de Diógenes

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